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FEMINISMO POLÍTICO Y POLÍTICA FEMINISTA


Adbembow Doe




FEMINISMO POLÍTICO Y POLÍTICA FEMINISTA
Una opinión profana


PRIMERA PARTE
De todos los feminismos de los que tengo conocimiento, tan variados y numerosos que a veces parece que hay tantos como personas, hay uno que tiene especial relevancia porque inevitablemente -por más que intentemos eludirlo- nos acaba afectando a todos: el feminismo político.

Por incluir la palabra “feminismo”, pareciera que la actividad se ocupara de las mujeres pero como veremos, al llevar el añadido “político”, el engendro resultante es algo completamente alejado de la apariencia inicial.

Para empezar dejemos claro algo:
El feminismo político es la toma de argumentos feministas como origen para una maniobra cuyo fin es el aumento del poder de una facción política más allá de su representación parlamentaria.

 En otras palabras, multiplicar el poder que han dado las urnas, por medios que escapan al control y/o conocimiento de la ciudadanía, con la excusa de resolver problemas de las mujeres.

El feminismo como herramienta política se ha afinado de forma bastante eficaz. Las razones de su aparición y expansión son, la constante búsqueda de estrategias que permitan mantener el poder una vez se obtiene y por otro lado, sacarle el máximo rendimiento al electorado - que lo tiene y es jugoso- más allá del las urnas.

 El feminismo político que se practica ahora conecta muy bien con ese deseo tan femenino de ser escuchada y de oír que se es especial y que se merece atención especial. No hace falta ser especialista para darse cuenta de que el halago y la adulación siempre funcionan bien con casi todas las psicologías.

Por supuesto no es cierto, pocas son realmente especiales o requieren atención especial y además la idea choca frontalmente con el feminismo clásico, que precisamente reclama que la mujer sea un ciudadano más y quiere que se la trate de idéntica forma que al resto de los ciudadanos, con todas sus consecuencias, pero el feminismo político, a través de las políticas feministas, las ha convertido en más ciudadanas que el resto, con más derechos, pero con más dependencias, que es lo que se pretendía. 

De este modo, halagándolas, dándoles abundantes ventajas y medios se las mantiene cautivas de un proyecto político que funciona a expensas del resto que no está en el ajo, es decir los hombres y vista la desorganización –hasta ahora- del electorado masculino parece que va a seguir siendo así y se vende como un triunfo frente al “machismo”, como si éste fuera un ejército de tribus bárbaras que amenazara las murallas de la civilización y no algo inventado (sí, los conceptos, por muy extendidos que estén, son en esencia, algo inventado) .

Un concepto, el de machismo, variable y en alza. Variable porque a veces algo es machista si lo dice o hace un hombre y no lo es si lo dice o hace una mujer y en alza porque el concepto de machismo que existía para definir conductas extremas, ahora abarca todo lo que a alguna mujer se le ocurra articular, por absurdo que sea.

Si además se mantiene a los hombres amordazados por un sentimiento de culpa adjudicado (el llamado machismo), asignado por la ideología feminista, una especie de pecado original,  falso pero incuestionable ya que incluso se ha legislado, se obtiene la herramienta política más eficaz de los últimos años o décadas. 

Lo peligroso del asunto es que lo que se les da en realidad a las mujeres es solo aquello que puede ser retirado por otra facción política o que no necesitaban; no es libertad, son leyes, no es atención, es dinero, no es protección, es miedo y no es dignidad, es supremacía.

Pero ¿y los que están fuera del circulo protector que el feminismo político ha creado en torno a las mujeres? Pues eso, que están fuera. Y cuando miran en aquella dirección, ven leyes asimétricas, ven despilfarro de dinero, ven hostilidad inducida contra lo masculino y ven tiranía social y cultural.
Hay protestas, tímidas, pero entonces el feminismo político da el siguiente paso, que es crear de la nada una amenaza necesaria para poder proscribir las reacciones.

Se usa y abusa del concepto de patriarcado (que por cierto, ha pasado de clase a función en el lenguaje o dicho de otra forma de sustantivo a sujeto), que según se explica sería responsable de un plan o directriz maestra imaginarios, cuyo objetivo sería someter a las mujeres por ser mujeres, (no se dice exactamente para qué se desearía someterlas de manera intencionada, para que la imaginación haga el resto), con lo que se las aísla aún más.
  
De repente las mujeres, sugestionadas, se ven en un valle rodeadas de patriarcado, machismo, violencia y angustiadas, piden al Poder… más; más protección, más ayudas, más leyes o más duras, más consideración. Y el Poder brama: ¡ES UNA EMERGENCIA SOCIAL!¡TERRORISMO MACHISTA! Y la cosa periodística, canallesca y alquilada, repite: ¡LACRA, LACRA, LACRA!



Así se crea un conflicto fácilmente controlable. Se controla con dinero.

Dicho de otra forma, si se cortara el flujo de dinero destinado a ello, -se habla de veinticuatro mil millones de euros gastados en un plazo de diez años, hasta 2012 - desaparecería la mayor parte del fenómeno feminista y toda, absolutamente toda la amenaza machista, 
porque una vez que han metido las manos los políticos en el asunto, la realidad y la verdad desaparecen, en favor de un argumentario y unos datos desfigurados para hacerlos encajar en el relato que se pretende vender, que compra y hace suyo, con fruición, el sector ideológico feminista.

El feminismo político pues, no es más que una inversión para comprar apoyos, votos y voluntades necesarios para mantener el poder, no para evitar víctimas, ni para mejorar la vida de las mujeres.

Es el modelo andaluz, donde ha funcionado al menos desde 2004 a cuenta del feminismo y antes a cuenta del sindicalismo, otro gran fraude, siempre con la misma facción política detrás. Una subversión de la democracia.

SEGUNDA PARTE
Todo ese dinero, crea por fuerza una industria, canalizada a través de solo cuatro organizaciones (Fundacion Mujeres, la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas; la Federación de Mujeres Progresistas y la Asociación de Juristas Themis) controladas por un partido político, pero que se ramifican en una industria auxiliar con miles, -unas 4.500 según la Asociación Eric Fromm-, de asociaciones, observatorios, subsecretarías, centros de ayuda, asesorías, concejalías y consejerías creadas para… dar de comer a miles de personas que se convierten en agentes del proyecto, que repiten, extienden y mantienen el aparato político.

Porque aquí ya no hay nada feminista, lo que hay es un ganarse la vida en la industria del feminismo y la violencia de género, que es distinto. La mujer ya ha cumplido su papel de excusa, de coartada.

El resto de los partidos políticos (excepto uno, justo es decirlo) compran el producto porque no se atreven a ir en contra de una organización que a estas alturas es como un sindicato de película de cine negro, con sus agitadoras, piquetes y sicarias, que gritan acusando de cómplices de asesinato a quienes se opongan, dominando las calles y las agendas, “profesionales” blandiendo indignamente sus titulaciones para enmudecer a los críticos, auténticas furias mediáticas que insultan, señalan y condenan.

Pero ¿y las víctimas de asesinatos? Desgraciadamente las hay, es intolerable y no parece que cesen; pero atribuirlas a una intencionalidad genérica (el socorrido machismo) puede ser una canallada execrable, porque se impide el posible conocimiento de por qué se producen realmente esas muertes para poder evitarlas, no solo lamentarlas.

 Atribuirlo a una hipotética maldad que tendrían todos los asesinos en origen, de fábrica,  extiende la sospecha a la enorme, inmensa mayoría de hombres que no son  y no serán nunca asesinos, por más que haya misándricas que intenten levantar con ese argumento una causa general contra los hombres. No es razonable, es indemostrable por falso  y es ilógico.

Si siguiéramos el mismo razonamiento llegaríamos a la conclusión de que las mujeres son infanticidas en potencia dado que estadísticamente (cerca del 70% según datos del INE) las asesinas de niños son mayoritariamente mujeres. Absurdo y peligroso. Como viene siendo, aplicado a los hombres.

El éxito del feminismo político reside en la simplicidad y la reducción; para que cale en la gente no puede ser un argumento complicado, no todo el mundo ha leído a Kierkegaard. Así que decimos: ¡violencia machista! y a otra cosa.

Lo que ocurre normalmente es que no se divulga que hay detrás de cada muerte, que es distinta a la anterior, distintos actores, distinta situación, ni interesa saberlo porque ya hay un culpable decidido: el machismo y lo ejecuta el "hombre machista". Porque cuando el asesino no es un hombre, la cosa cambia y se diluye en un océano de excusas y de peticiones de indulto.


Eso es lo dramático, pero luego está  lo repugnante. 

Lo repugnante es la utilización política de esas muertes, esas corporaciones municipales de hipócritas que salen a la puerta de los ayuntamientos con caras de heredero, esas declaraciones del político de turno, para ocultar su ineptitud, sus turbios manejos o sus ambiciones electorales, esa insensatez de la ministra del ramo que parece que anuncia un botín en vez de informar de un asesinato, esas presentadoras de televisión que parecen frotarse las manos con cada crimen, esas oportunistas y sinvergüenzas que amparadas por el clima social y el Estado, ayudadas por mercenarias del Derecho, no dudan en cometer delitos, dar falso testimonio, denunciar falsamente, mentir en sede judicial o incluso secuestrar o maltratar a sus propios hijos, para obtener ventaja en un proceso de custodia o de divorcio, exigiendo para ellas, en el colmo de la desfachatez y bajeza humana, el estatus de víctimas. 

Ya no es un hecho aislado, es una evidencia cotidiana.

Y mientras tanto, miles de hombres ven cercenado su futuro sin merecerlo, condenados al alejamiento físico y emocional de sus hijos, de su posibilidad de formarlos equilibradamente y del derecho a participar en su futuro. Se puede negar, pero no ocultar esta realidad creada por las políticas feministas y el uso espurio de la Justicia.


TERCERA PARTE 

Así las cosas, más pronto que tarde habrá que revisar el modelo de este  feminismo político por abusivo y para evitar las consecuencias. No parece que soltar en la cara de los hombres continuamente que dejen de ser maltratadores, violadores, asesinos, malos padres y zoquetes, ceder el discurso feminista a personas resentidas por un fracaso personal o intentar instalar por la fuerza ideas feministas en las mentes de las personas, sea una inteligente estrategia general o política ni que favorezca el diálogo, pero sobre todo porque fabrica de manera artificial una división social donde debería haber unión y produce rechazo, como ya se está viendo. Las posibles desigualdades que existan deben ser eliminadas entre todos, no creando otras nuevas.

 Las consecuencias, como mínimo, son una degradación de las relaciones sociales que afectarán a las mujeres también, si los hombres cansados del abuso (sí, hay abuso de leyes y prerrogativas) y sin esperanza de cambio, reaccionan –también políticamente- para recuperar la dignidad social que toda persona merece o dejan de estar disponibles para formar una familia sospechando que puedan ser fagocitados por sus compañeras, en un comportamiento que ya se ha definido como “síndrome de mantis” y optan por una vida solitaria emocionalmente y promiscua socialmente, algo que los hombres soportarán de manera distinta a las mujeres, pero hará desgraciados a ambos.

Hay que revisar por último el papel que el Estado ha asumido –por una interpretación bastarda de alguna facción política- de orientador de la sociedad y explotador de ciudadanos y alejar del poder a estas facciones que se están beneficiando de este inestable y asimétrico modelo social.

Es la sociedad quien crea y encarga al Estado que organice la convivencia, pero no entrega sus vidas para beneficiar las ambiciones de unos cuantos políticos con muy poca visión de Estado y mucha mala leche con su prójimo.


Nos deseo suerte



Adbembow Doe Relatos subjuntivos

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